Formación del profesoradoLa Formación Inicial del Profesorado
Principios de la Formación del Profesorado

La formación del profesorado representa «una de las piedras de angulares imprescindibles de cualquier intento de renovación del sistema educativo» (GIMENO SACRISTÁN, 1982, 77). Se entiende la formación del profesorado como un continuo que tiene un comienzo al optar por esta profesión, pero su final termina con el abandono de la misma. Como señala LATORRE (1995) «la idea de ser un profesional, más que un estado es un proceso, un proyecto en desarrollo» (p. 244), por lo que este continuo se proyecta como un desarrollo de la vida profesional.

En aras de la consecución de criterios de calidad y profesionalidad sirvan las siguientes orientaciones, propuestas por PÉREZ GÓMEZ (1988, 11), como estrategias de formación inicial y de desarrollo profesional:

  • Partir de las propias personas, de sus prácticas esbozadas o confirmadas, de sus deseos, de sus preocupaciones y de los problemas pedagógicos diarios que tienen que resolver.
  • Proporcionar a los individuos en formación algo que deban realizar o producir en tamaño natural, en un «campo natural« y alternarlo con periodos de práctica habitual, periodos de reflexión y periodos de evaluación.
  • Acompañar a los estudiantes en sus esfuerzos por garantizar la transferencia de sus nuevas adquisiciones a su situación de trabajo.
  • Preparar, con método, cursos prácticos de aplicación o de experimentación, ya sea observando a colegas con experiencia, ya cooperando con consejero, ya, sobre todo, «en estado de responsabilidad» personal (en formación inicial o permanente, dentro de los módulos o fuera de ellos).
  • Explorar, con técnicas apropiadas, las dudas o las adquisiciones que se deriven de los cursillos, para garantizar una «teorización» profunda de las prácticas efectuadas.
  • Utilizar instrumentos de evaluación formativa para permitir a los individuos tomar conciencia, por sí mismos, de sus progresos y de sus dificultades, dejando a parte todo criterio de clasificación o exclusión.
  • Garantizar el «isomorfismo» entre los métodos de formación, por una parte, y su aplicación, por transferencia, a la clase (especialmente en lo referente a trabajo en equipo, técnicas de grupo, memorias personales).
  • Evitar el concebir una formación como algo definitivamente concluido, dado «en bloque», y asegurar, por el contrario, una andadura recurrente que abarque varios años y que acarree un desarrollo progresivo de las prácticas profesionales, llevando a cabo varias «idas y vueltas» de periodos de práctica sobre el terreno a periodos de reflexión crítica con colegas y formadores (en la Universidad, en los Centros de Profesores y Recursos, …).
  • Dejar lugar a la participación de los estudiantes en la creación de los saberes y en la noción de formación-investigación.
La formación permanente del profesorado
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