El profesional reflexivo en la educación inclusivaConcepto, Objeto y Proceso de la Reflexión
La reflexión y la formación del profesorado

El concepto

Dewey (1989) entiende por pensamiento reflexivo: «el tipo de pensamiento que consiste en darle vueltas a un tema en la cabeza y tomárselo en serio con todas sus consecuencias» (p. 21), es decir, «el examen activo, persistente y cuidadoso de toda creencia o supuesta forma de conocimiento a la luz de los fundamentos que la sostienen y las conclusiones a las que tiende» (p. 25). Este concepto de reflexión ha de ser una condición básica para entener la profesión docente en una educación inclusiva como una práctica profesional habitual.

El objeto

Es condición indispensable que se den ciertas condiciones para hablar de reflexión en el ser humano. Para ello, este autor señala que curiosidad, sugerencia y orden, son tres peculiaridades del pensamiento reflexivo, indispensables para que exista un proceso de enseñanza-aprendizaje adecuado. La curiosidad, innata en los seres humanos, no es algo que pueda enseñarse, pero su desarrollo depende de la forma en que es presentada la información a quien deseamos que aprenda, abriendo la posibilidad de encontrar soluciones por uno mismo. La sugerencia, es decir, todas las ideas, los métodos, las estrategias, las experiencias. Todo debe ser considerado sugerencia en la medida que «invite» a desarrollar en el futuro maestro la posibilidad de encontrar por sí mismo respuestas a los interrogantes de su pensamiento reflexivo, en relación con la enseñanza y su profesión. Y, por último, el orden, donde el pensamiento reflexivo implica secuencialidad, continuidad y ordenamiento de las sugerencias. Estas tres condiciones constituyen el objeto de la reflexión.

El proceso

El pensamiento reflexivo es, según Dewey (1989), a) un estado de duda, de vacilación, de perplejidad que origina el pensamiento; y, b) un acto de búsqueda,de caza, de investigación, para encontrar algún material que esclarezca esa duda, que disipe la perplejidad. La construcción de un proceso de reflexión conducente a la construcción del conocimiento, desde esta óptica, implica el desarrollo de una serie de fases, establecidas entre dos límites: 1) una etapa pre-reflexiva, en la que se plantea el problema que hay que resolver y de la que surge la pregunta que la reflexión ha de responder; y, 2) una situación final, en la que la duda se ha resuelto y «de la que se deriva la experiencia directa de dominio, satisfacción y goce» (p. 102), o etapa post-reflexiva. Las fases a las que nos referimos son las comprendidas entre ambos extremos y que, de modo esquemático, son las siguientes:

    1. Sugerencias, en las que la mente salta hacia adelante en busca de una posible solución, en las que se establece la ocurrencia de una dificultad sentida.

    2. Definición de la dificultad en términos de enunciado de un problema, entendiendo por «problema» la cualidad emocional que nos predispone a interrogar la práctica y que nos orienta a la acción (buscar una respuesta).

    3. El uso de una sugerencia tras otra como idea conductora o hipótesispara iniciar y guiar la observación y otras operaciones de recogidade material objetivo, o lo que es lo mismo, ocurrencia de una explicación sugerida o solución posible.

    4. La elaboración mental de la idea, o razonamiento en el sentido estricto del término.

    5. Comprobación de hipótesis mediante la acción real o imaginada.

Las actitudes

Finalmente no podemos dejar de lado que para que todo esto pueda ponerse en práctica necesita de unas actitudes propias que faciliten este proceso reflexivo:

a) Apertura de pensamiento: «un deseo activo de escuchar a más de una opinión, de analizar los datos con independencia de la fuente, de prestar atención, sin remilgos, a las posibilidades alternativas, de reconocer la posibilidad de error incluso en nuestras creencias más arraigadas» (p. 43).

b) Responsabilidad: «Ser intelectualmente responsable quiere decir considerar las consecuencias de un paso proyectado; significa tener la voluntad de adoptar esas consecuencias cuando se desprendan razonablemente de cualquier posición asumida previamente. La responsabilidad intelectual asegura la integridad, esto es, la coherencia y la armonía en las creencias» (Dewey, 1989, 44).

c) Entusiasmo: Como señala Dewey (1989), «el auténtico entusiasmo es una actitud que opera como una fuerza intelectual. Un maestro capaz de despertar ese entusiasmo en sus alumnos hace algo que no puede lograr ningún tratado metodológico» (p. 44).

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